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En busca de los unicornios madrileños

Ya puestos a buscar cosas raras en Madrid vamos a intentar encontrar una pieza verdaderamente singular: El cuerno de unicornio.

cuerno de unicornio

Y seguramente nadie me crea si digo que yo he visto uno en Madrid. Bueno… mejor dicho, he visto dos. La razón es sencilla: los museos de nuestra ciudad guardan más sorpresas de las que parecen.

A finales del año 2013 y principios de 2014, el Museo del Prado expuso “Historias naturales”, una muestra de la obra del artista Miguel Ángel Blanco en el que distintos objetos de la naturaleza se mostraban junto a las obras más señeras del museo.

Minerales, animales disecados, esqueletos o fósiles… se colocaron en las salas para pasmo de los visitantes que rápidamente reconocían tal o cual animal, sin embargo llegados a la sala 24 las caras de extrañeza aumentaban, pues junto al cuadro de Padovanino “Orfeo y los animales” se encontraba un extrañísimo objeto fusiforme.

El texto que describía este objeto tampoco ayudaba, era un “alicornio”, es decir, un cuerno de unicornio. Entonces… ¿Cómo había llegado al museo del Prado un cuerno de unicornio?

La explicación es sencilla, aquella exposición, “Historias naturales” era una colaboración entre distintos museos entre los que se encontraba el Museo de Ciencias Naturales. Esta institución cedió para la exposición varias piezas entre ellas ese famoso “alicornio” del que nos ocupamos hoy.

Esta pieza como otras tantas del mismo nombre esconde una curiosa historia a sus espaldas, en realidad, como es fácil imaginar, ningún alicornio es en verdad un cuerno de unicornio pero más allá de fantasías esconde una curiosidad zoológica.

La mayoría de alicornios, son en realidad colmillos de narval, un pequeño cetáceo que habita los mares del Ártico y que pertenece a la especie de los monoceros. Este término literalmente significa unicornio ya que etimológicamente se compone de: mono- uno y ceros- cuerno. Actualmente es una especie protegida pero hace siglos fue víctima del mercadeo.

Narval, el cetáceo ártico del que surgen los cuernos de unicornio
Narval, el cetáceo ártico del que surgen los cuernos de unicornio

precisamente por la fascinación que ejercía su colmillo helicoidal que por su longitud (llega a alcanzar los 2 metros) se relacionó pronto con los unicornios en las cortes europeas.
En España tenemos varias pistas de unicornios, un buen ejemplo es el vaso unicornio conservado en la catedral de Toledo y que a pesar de haber sido propiedad del cardenal Cisneros pudo haber sido antes de Felipe el Hermoso.

Este cuerno en concreto tiene la peculiaridad de haber sido convertido en vaso añadiéndosele un pié por el platero Antonio Palomares. Es probable que esta conversión en recipiente se debiese a las propiedades que se le atribuían en el siglo XVI al cuerno de unicornio, pues al parecer hacía hervir los venenos por ello esta copa sería algo así como un detector de bebidas ponzoñosas.

Vaso-unicornio perteneciente al cardenal Cisneros

Estas propiedades (en absoluto demostradas) son consideradas hoy día como pura superstición, pero no así en tiempos de Felipe II donde eran tenidas por cualidades medicinales y como tal aparecen los “unicornios” en la documentación de la farmacopea de entonces.

En las ordenanzas de la casa de la reina se dice: “Que si comprare alguna medicina para el servicio de la reina la muestre al médico de cámara que tasare las medicinas para que tase lo que se ha de dar por cada onza de lo que se gastare. Y lo mismo hará cuando comprare piedra bezoar o unicornio.”

Es decir que era una medicina más, aunque realmente exótica pues si no, no tiene sentido que a la muerte de Felipe II, los supuestos cuernos de unicornio, acabasen en el guardajoyas como así lo die su testamento en la cláusula: 44: “es mi voluntad que también se conserven y anden juntos con la sucesión destos reynos, seys cuernos de unicornio, que, assi mismo, están en la dicha guardajoyas, para que tampoco se pueda enagenar ni empeñar.”

Testamento de Felipe II. Extracto donde se mencionan los unicornios.

 

En los siguientes testamentos se les puede seguir la pista al menos hasta el último de los Austrias, Carlos II, en sus últimas voluntades siguen apareciendo los “seis unicornios”.
Descubrir el paradero de los seis unicornios es complicado pero de lo que no hay duda es de que al menos dos museos madrileños cuentan con dos estupendos ejemplares: El ya citado Museo de Ciencias Naturales y el Museo de la Farmacia Hispana. En ambos casos, aparecen ya clasificados como colmillos de narval pero sin perder esa atribución mágica que le dio la historia considerándolos como astas de unicornio.

Algo descorazonados de ver cómo tan esbelto animal se queda en eso, en un puro mito, terminamos este artículo con un caso tan extraño como curioso y que seguramente avivará un poco la imaginación en lo fantástico. En el siglo XVII el jesuita Juan Eusebio Nieremberg y Ottin dejó en sus numerosos escritos una mención a cierto animal diciendo… «y los años pasados vio esta corte un caballo con un cuerno que andaba por Madrid» ¿Unicornio? ¿Truco circense? Qué la imaginación decida.

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