Pintores Madrileños: Los más castizos del Museo del Prado

El Museo del Prado está lleno de paisajes madrileños, fondos y escenas en los que Madrid se vuelve protagonista. También es sabido que diversas instituciones de la capital cuentan con obra del Prado Disperso, por lo cual, solo nos quedaba ofrecer un breve recorrido por los pintores madrileños en el Museo del Prado.

pintores madrileños las meninas en el muso del prado de madrid

CONOCER MADRID: Madrid en el Museo del Prado

La inmensa colección que alberga el Museo del Prado lo convierte una fuente inagotable de sorpresas. Sus paredes y fondos cuentan con infinidad de obras desconocidas pintadas por madrileños de pura cepa que han venido a crear la llamada escuela madrileña, un estilo particular dentro del barroco en el que se encuadran grandes artistas que han sido conocidos por su talento, pero no tanto por su ciudadanía. En este capítulo de la serie CONOCER MADRID, podrás ver a varios cuadros vinculados e la ciudad de Madrid, como el Fusilamiento del 3 de Mayo, La Carga de los Mamelucos (los dos de Francisco de Goya) e incluso un análisis sobre la instancia de Las Meninas de Diego de Velázquez. ¿Es un reflejo en el espejo lo que vemos a una estancia verdadera? En los comentarios del vídeo podrás dejarme tu punto de vista.

Mapa del itinerario de Conocer Madrid: Museo del Prado

Una selección de cuadros de pintores madrileños que se encuentran en el Museo del Prado

Pero al margen de poder ver los pedacitos de la ciudad de Madrid que hay en los cuadros del museo del prado, tenemos una colección de pintores madrileños únicos de los que he creado una selección que para mí representan ese talento único característico de la ciudad de Madrid:

 

La Recuperación de la isla de San Cristóbal de Félix Castelo
Empezamos con Félix Castelo, nacido en Madrid 1595. Sus orígenes eran italianos pues su abuelo, el también pintor, Giovanni Battista Castello (el Bergamasco) había llegado a España en el reinado de Felipe II. Al Bergamasco le sucederían sus hijos: Nicolás Granello y Fabricio Castello (padre de nuestro protagonista) destacando ambos en la decoración de El Escorial. Gracias a su partida de bautismo, fechada el 4 de julio de 1595 en la parroquia de San Sebastián de Madrid, sabemos que Félix Castelo era hijo de Fabricio y de Catalina Mata. Su formación estuvo muy vinculada a otro italiano Vicente Carducho y su proximidad pictórica tan solo es comparable a su proximidad vecinal pues ambos vivían en la plazuela de Antón Martín.

Las estrecheces económicas al tenerse que hacer cargo de sus hermanos huérfanos hizo de Félix Castelo un continuo pretendiente al cargo de pintor real. Y aunque su maestro Vicente Carducho hizo todo lo posible, tuvo la mala fortuna de coincidir en tal pretensión con el joven Diego de Velázquez.

Una de las obras cumbres del madrileño Félix Castelo fue La recuperación de la isla de San Cristóbal, destinada al Salón de Reinos (Museo del Prado)

No obstante, trabajó en distintas dependencias reales como el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, así como el encargo de cinco paisajes de los reales sitios, incluso, ocho retratos de reyes para el Salón Nuevo del Real Alcázar. Obras estas dedicadas a la corona que terminarían pasando a formar parte de la colección permanente del Museo del Prado.

 

La moneda del César de Antonio Arias Fernández
Otro gran representante de esta corriente artística es el también madrileño Antonio Arias Fernández, nacido en 1614 y pintor desde muy joven, partió del taller madrileño de Pedro de las Cuevas. Este pintor precoz como le define el historiador Antonio Palomino, nos recuerda en su estilo al detalle y la nitidez de alcarreño Juan Bautista Maíno. Pero en cuanto al tratamiento de las telas se asemeja mucho con Zurbarán.

La moneda del César, 1646. Aunque no está expuesto, este lienzo de Antonio Arias nos habla de su maestría con los pinceles.

Sus encargos fueron principalmente religiosos y obra de Antonio Arias Fernández la encontramos en el convento de las Carboneras, en el monasterio benedictino de Montserrat convento de madres mercedarias de don Juan de Alarcón.

Sin embargo, quizá su obra más conocida se un retrato de Carlos V y su hijo Felipe II. Hoy día depositado en el Museo de la Historia de Madrid, pero perteneciente al Museo del Prado.

La inmaculada Concepción de Alonso del Arco
También madrileño, aunque algo más tardío, es Alonso del Arco, pues nació ya en 1635, lo cual le hizo fundamentalmente pintor en tiempos de Carlos II. Su formación se llevó a cabo en el taller de Antonio de Pereda, de hecho, por ser uno de sus mejores discípulos y padecer de nacimiento una característica sordera se le llamó en muchas ocasiones “el sordillo de Pereda”. No obstante Alonso del Arco es uno de los autores más laboriosos de la escuela madrileña, su prolífica producción hace que nos encontremos obra suya en la iglesia de las Trinitarias, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el Lázaro Galdiano e incluso en el Consejo de Estado.

La Inmaculada Concepción de Alonso del Arco, 1683. Ni siquiera la sordomudez supuso un obstáculo para el madrileño Alonso del Arco cuya obra también está en el Museo del Prado, como esta Inmaculada.

 

Esta ingente producción de obras se debe según el ya citado Palomino a la participación de su mujer en el taller, tanto es así que según parece era ella quien gestionaba los encargos admitiendo todo tipo de precios. Esto, lógicamente, propiciaba un sinfín de pedidos muchas veces llevados a cabo por los discípulos principiantes que Del Arco sencillamente retocaba pero que pasaban a la historia como suyos, de ahí que su calidad técnica hoy día resulte tan dispar.

El Tránsito de la Magdalena de José Antolínez
En el mismo año de 1635 en el que nació que Alonso del Arco, vino al mundo José Antolínez, un pintor que apenas viviría 40 años pero que dejó para la historia verdaderas obras maestras. Tomando buena cuenta del estilo de Tiziano, Rubens y Van Dyck, Antolinez no es solo uno de los primeros espadas de la escuela madrileña sino de todo el barroco hispano. Según Palomino José Antolínez vivía en la calle Toledo y plenamente consciente de su potencial artístico no dejó de tener una actitud altiva generando todo tipo de piques con sus colegas de pincel. Prueba de esa calidad técnica es que en ocasiones sus lienzos han sido atribuidos a Velázquez.

El Tránsito de la Magdalena de José Antolínez, 1672. La pericia del madrileño José Antolínez le hizo ser conocido por su altivez, desde luego motivos artísticos no le faltaban para presumir de su obra.

 

Lo cierto es que pese a haber cultivado numerosos géneros (el retrato, el paisaje, el retrato de grupo, las clases populares o el tema religioso) su carrera se truncó con su precipitada muerte. También como en muchas otras escuelas en la madrileña también hay sagas de pintores. Miembros de una familia que además de compartir apellido tuvieron el mismo taller siendo una continuidad de estilos.

 

El pintor madrileño Antonio González Velázquez de Zacarias González Velázquez
En Madrid se aprecia muy bien con los González Velázquez. Una saga iniciada con el escultor jienense (de Andújar, concretamente) Pablo González Velázquez. Los tres descendientes de éste cambiaron el cincel por el pincel y así nos encontramos en pleno siglo XVIII a Luis, Alejandro y Antonio. Estos tres hermanos colaboraron para realizar las pinturas murales de la bóveda y cúpula de la iglesia de las Salesas Reales de Madrid, en 1747, aunque quien más destacó fue el pequeño. Antonio González Velázquez el cual logró una beca en Roma donde aún se contempla parte de su obra.

El pintor madrileño Antonio González Velázquez pintado por su hijo el también madrileño Zacarias González Velázquez, 1788.

En España siguió dando buena muestra de su arte con la pintura al fresco y así nos le encontramos en 1753 colaborando en la pintura de los muros de la Iglesia del Real Monasterio de la Encarnación de Madrid.

Cuatro años más tarde ya era pintor del rey y como tal decoró el techo de la antecámara de la Reina en el Palacio Real, para finalmente ser nombrado director de la Academia de San Fernando. Lo que le permitió formar parte de los pintores que trabajaban para la corte.

Trabajó el resto de su vida junto con Francisco Bayeu y otros pintores en la elaboración de tapices para Real Fábrica de Tapices. De los cartones que Antonio González Velázquez realizó para esta institución buena parte son conservados en el Museo del Prado, pero también el Museo Cerralbo conserva dos curiosos lienzos de pequeñas dimensiones.

San Francisco maltratado por su padre de Zacarías González Velázquez
En el Madrid de 1763 nacería el tercer representante de la saga Zacarías González Velázquez (hijo Antonio y nieto de Pablo) dada la época en la que nos encontramos ya, Zacarías no se formó en un taller como tal si no en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde se impartía una educación reglada, más parecida a nuestros actuales sistemas de estudios que a los gremios medievales.

San Francisco maltratado por su padre, 1787. Zacarías González Velázquez es un gran representante del Prado disperso pues su obra pese a ser del Prado se encuentra en San Francisco el Grande.

Allí lógicamente tendría grandes maestros como Mariano Salvador Maella. Y su padre Antonio González Velázquez del que no solo heredó el talento si no también el título de director de la Real Academia de San Fernando.

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